CARTA A LOS ROMANOS
Capítulo 1
v.l. Pablo, siervo de Jesucristo. (part.03)
Que se nos enseñe una justicia que viene totalmente
de fuera, una justicia no nuestra. Y para esto primeramente tiene
que ser deshecha la justicia propia que habita dentro de nosotros.
Así leemos en el Salmo 45: 10: "Olvida tu pueblo y la casa de tu
padre, etc." También a Abraham se le dio una orden en el mismo
sentido (Gn. 12: 1). Y en el Cantar de los Cantares hallamos el
siguiente pasaje: "Ven desde el Líbano, oh esposa mía, y serás
coronada". s Igualmente, cada uno de los tantos éxodos del pueblo
de Israel simbolizaba en su tiempo aquella salida o paso que es interpretado
como paso de los vicios a las virtudes. Mejor aún sería
tomarlo como paso de las virtudes a la gracia de Cristo, puesto que
las virtudes de esta índole son .vicios tanto mayores y más graves
cuanto menos se las concibe como tales, y cuanto más dominio
ejercen sobre el sentir del hombre, a expensas de todas las demás
buenas cualidades. Así fue como la parte derecha del Jordán tuvo
más miedo que la parte izquierda.6 Ahora empero Cristo quiere
que toda nuestra disposición esté de tal modo desembarazada 7 que
no sólo no temamos ser confundidos por nuestros vicios ni nos deleitemos
en la gloria y la vana alegría por nuestras virtudes, sino que
tampoco nos sintamos impulsados a jactarnos ante los hombres de
aquella misma justicia "de fuera" que, procedente de Cristo, se halla
en nosotros, ni tampoco nos dejemos abatir por los sufrimientos y
los males que nos sobrevienen por causa de El. Un cristiano verdadero
debe estar tan desembarazado de toda jactancia respecto de su
propia persona y sus cualidades, que ni la gloria ni la afrenta logren
inmutarlo; yeso porque sabe que la gloria que se le tributa, no le es
tributada a él sino a Cristo cuya justicia y cuyos dones lucen a
través de él; y que la afrenta que se le inflige, le es infligida tanto a
él como a Cristo. Pero para llegar a esta perfección necesitamos
mucha práctica - aparte, claro está, de un don especial de gracia.
Pues aunque una persona sea considerada sabia, justa y buena ante
los hombres, ya sea a causa de sus dones naturales o a causa de sus
dones espirituales, no por eso merece el mismo concepto ante Dios,
máxime si esta persona misma se tiene por sabia, justa y buena.