CARTA A LOS ROMANOS
Capítulo 1
v.l. Pablo, siervo de Jesucristo. (part.02)
Pero no es esto lo que debe tratarse aquí, sino más bien lo
contrario. Pues en la iglesia cristiana se ha de enseñar no solamente
que la justicia y sabiduría nuestras carecen de todo valor y por lo
tanto no deben ser objeto de glorificación ni de falsa estima, si bien
está escrito en el Evangelio (Mt. 5: 15): "Una lámpara encendida
hay que. ponerla no debajo de un almud sino sobre el candelero,
para que alumbre a todos los que están en la casa," y (Mt. 5: 14):
"Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida".
No es esto, digo, lo que hay que recalcar, sino que se debe insistir en
que nuestra justicia y sabiduría deben ser destruídas y deshechas de
modo tal que ya no sean objeto de estima y complacencia interior
ante nuestros propios ojos. En efecto: si nosotros mismos las consideramos
cosas despreciables, nos resultará fácil pasar por alto las
críticas y la alabanza de los demás, como nos lo dice el Señor por
boca de Jeremías (J ero 1: 10): "Para que deshagas, destruyas, disipes
y desbarates," a saber, todo lo que hay dentro de nosotros (o sea,
todo lo que nos causa satisfacción porque procede de nosotros y es
inherente en nosotros), "y para qUe edifiques y plantes," a saber,
todo lo que está fuera de nosotros, y en Cristo. Esto queda expresado
también en la visión que tuvo Daniel de aquella piedra que destruyó
la estatua
• Dios quiere salvarnos no mediante una justicia y
sabiduría dentro de nosotros, sino fuera de nosotros; no mediante
una que es producida y que crece en nuestro interior, sino mediante
una que viene a nosotros desde fuera; no mediante una que tiene su
origen en nuestra tierra, sino mediante una que viene del cielo.
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