CARTA A LOS ROMANOS
Capítulo 1
v.l. Pablo, siervo de Jesucristo. (part.01)
El propósito principal de esta carta es destruir, deshacer y desbaratar
toda sabiduría y justicia de la carne - esto es, todas aquellas
obras consideradas grandes ante los ojos de los hombres y aun ante
nuestros propios ojos- por más que sean obras hechas de corazón
y con ánimo sincero; y al mismo tiempo dejar bien sentado qué es el
pecado, y mostrarlo en toda su dimensión, por más que algunos
insistan y hayan insistido en negar su existencia. Por esto dice también
San Agustín en el capítulo 7 de su obra Acerca del Espíritu y
la letra: "El apóstol Pablo combate con toda energía a los soberbios1
y arrogantes y a los que hacen alarde de sus propias obras etc.". y
más adelante: "En la carta a los Romanos, esta cuestión es tratada
casi como tema único y exclusivo, y con tanta tenacidad y en tan
diversa forma que a veces llega a cansar la atención del lector. Sin
embargo, es un cansancio útil y saludable". Pues hay muchos, y los
hubo también antaño, entre los gentiles y entre los judíos, que
opinaban así: no es necesario que yo posea virtudes y conocimientos
imaginarios y que salten a la vista; basta con que los tenga en mi
fuero interno, como algo que brota del corazón. Tal era el caso con
muchos filósofos. Pero aunque no expusieran sus perfecciones a la
admiración pública ni se jactaran de ellas, sino que las cultivaran
impulsados por un verdadero afecto a la virtud y la sabiduría, como
ocurrió con los mejores y más sinceros de entre ellos, de los cuales
fuera de Sócrates conocemos sólo a unos pocos- no obstante, no
lograron evitar el sentir complacencia consigo mismos, y el tener de
sí mismos, siquiera en lo recóndito de su corazón, el elogioso concepto
de ser personas sabias, justas y buenas. De ellos dice el apóstol
aquí en su carta (Ro. 1:22): "Profesando ser sabios, se hicieron
necios".
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